No se si ustedes vivieron la última visita del cometa Halley en
1986. Como el Perú era uno de los mejores lugares para observarlo, se creó una
gran expectativa por este acontecimiento. Tampoco faltaron los pesimistas que
vaticinaron el fin del mundo con el inminente impacto del cometa ya que iba a
pasar muy cerca, pero como ya saben, nada malo pasó.
Por aquellos días parecía conformarme con verlo desde el
techo de mi casa, o por televisión, ya que no tenía planes para salir de Lima
en busca del fenómeno celeste.
El día que debía pasar el cometa fue otro día cualquiera,
hasta que a medio día uno de mis patas de mi grupo original me buscó y me
propuso ir de campamento a algún lado, yo propuse Santa Rosa de Quives. Con las mismas buscamos a otro miembro del
grupo, y éste tenía la visita de un pata de su Universidad, quien se quiso
acoplar, así que nos dispusimos a organizar el viaje. Aunque ya no teníamos
tiempo, en solo un par de horas alistamos nuestras cosas, la comida y lo más
importante, el trago. Salimos de Lima a las 4 de la tarde, en un viaje un tanto
accidentado, muchas personas viajaban, así que el bus iba lleno y por lo tanto
viajamos parados, bueno, sentados sobre nuestras mochilas.
De los cuatro que viajamos, solo yo conocía nuestro destino.
Había viajado de niño y recordaba claramente que el bus que nos llevó ingreso
al pueblo. Lo que no sabía era que existía otra carretera que no ingresaba al
pueblo, pasaba por abajo, así que yo confiado en ver la “Casa de Santa Rosa”
les iba diciendo a mis amigos que aún faltaba para llegar. Cuando ya empecé a
sospechar que nos habíamos pasado, le pregunté a uno de los pasajeros quien muy
alegremente me dijo que ya habíamos pasado Santa Rosa ”hace rato”, entonces
avanzamos hacia la puerta y le dijimos al chofer para bajar. El bus se detuvo
en un pueblo llamado Yaso, en medio de su plaza al momento en que allí se
realizaba un partido de fútbol. El chofer no tuvo mejor idea que dejarnos en “medio
de la cancha”, bajamos y el bus se fue raudamente. Los cuatro nos quedamos
parados viendo alrededor como habíamos detenido el partido y los jugadores y
tribuna nos miraban con odio. Lentamente nos alejamos y los pobladores no
decían nada, solo nos seguían mirando con odio, parecía como si solo esperaban
a que alguien diera la orden de atacarnos.
Salimos del pueblo y un grupo nos seguía, creo que para
asegurarse que nos íbamos. En ese momento oscureció, y tuvimos que decidir qué
hacer. De nuestro grupo, dos no habían
llevado nada de comer, porque esperaban comprar algo, y como a Yaso no
volvíamos más, entonces empezamos a caminar hacia Santa Rosa. Nos dimos cuenta
que nadie había llevado linterna, así que caminamos “a tientas” por más de dos
horas. Fue algo tenebroso ya que aún teníamos la sensación que nos estaba
siguiendo, porque se escuchaban pasos lejanos, murmullos en una carretera
totalmente vacía y la oscuridad ayudaba a nuestros temores. Empezamos a ver la
luz de nuestro destino y nos dimos cuenta que parecía una feria, lleno de
carpas y gente, así que comimos algo y nos dispusimos a esperar el paso del
cometa, y para amenizar la espera salieron a relucir las botellas de ron que
habíamos llevado.
Recuerdo que el cometa debía pasar cómo a las 2 de la mañana,
pero el efecto del trago llegó primero. Cansados de la caminata y el sopor del
licor nos quedamos dormidos no sé a qué hora, pero cuando despertamos era de
día y el cometa ya había pasado. Le preguntamos a los campamentos vecinos y nos
dijeron que fue bacán, que lo máximo, etc. y nosotros absortos, arrepentidos
por la oportunidad perdida, jurando no tomar nunca más.
Regresamos a casa cabizbajos, con la optimista creencia que
veríamos el cometa la siguiente vez que regresara, el 2061.