viernes, 1 de octubre de 2021

Wantoo

 


 

Hasta el momento no me he referido a ninguna persona por su nombre, aunque esto dificulte la redacción, y por lo tanto la comprensión. Pero ahora no puedo evitar mencionar a alguien, aunque no por su nombre, pero si como familiarmente lo llamábamos: Wantoo.

No todos los que lo conocieron lo llamaban así, y digo conocieron porque él nos dejo algún tiempo atrás. Es un poco doloroso recordar que no lo veré más, pero tengo la satisfacción de saber que es una de las personas más ocurrentes que conozco. En mi mente aún está en presente.

Lo conocí cómo a todo mi grupo en primaria, y fue de los cuatro originales. Él siempre fue el más creativo. Escribía cuentos, canciones, poemas, criticas de cine y de música. Cuando quería presentarnos alguna nueva producción suya, nos llamaba para una “velada artística”. Recuerdo gratamente un cuento suyo, creo que fue el primero, titulado “El paquete azul”, sus canciones “No me hagas sentir tan mal” y “Nacido sudamericano”, las recuerdo porque las tocamos.

Mucho de lo que se de cine se lo debo a él. Al final de una película me podía dar detalles que yo no había percibido. Más de una vez acertó con las ganadoras del Oscar, o los Grammy. Le apasionaba hablar de estos temas. Aunque no compartíamos los mismos géneros musicales, siempre respeté sus críticas sobre lo que me gustaba.

Su vida podía sonar muy bien, pero no lo era. No pudo estudiar después del colegio. Su madre murió cuando estábamos en tercero de secundaria, y su padre, con quien no vivía, falleció poco tiempo después. Vivió solo con su hermano mayor. Se vio obligado a trabajar e hizo de todo,  incluso trabajó en la morgue de un hospital. Creo que estas cosas formaron su carácter.

De niño tenía una forma muy particular de correr, y por eso lo molestábamos. Ahora que lo recuerdo, fuimos muy crueles con él. Ya más grandes, ya no solo era su forma de correr, sino otros hechos los que nos hacían dudar de su opción sexual, pero a pesar de la confianza que le teníamos, nunca se lo preguntamos directamente, solo nuestros comentarios agriamente homofóbicos. Nunca le dimos la confianza para que nos pudiera confesar lo que sentía. Esa es una de las cosas que más me arrepiento en esta vida.

Años después, varios nos mudamos a otros barrios, y lo veíamos muy poco. En sus cumpleaños siempre nos decía que hacía una reunión para nosotros, y otra para sus otros amigos. Nunca pensé nada malo de eso, supuse que hablaba de sus patas del trabajo.

La última vez que lo vi fue en mi casa. Llegué del trabajo y lo encontré allí, hablando de sus proyectos futuros, lo vi bien, optimista, le presenté a mi hijo recién nacido, y hablamos un rato. Unas semanas después, nos reunimos los otros y como era obvio, faltaba uno, entonces fuimos a buscarlo a su casa. No había nadie, así que dejamos una nota bajo su puerta. Dos días después, un primo suyo nos llamó para decirnos que había muerto.

Nos reencontramos en el velorio. Fue una sensación muy extraña, como haber perdido un brazo. No quise verlo en su ataúd, él era la persona más viva que conocí, y definitivamente no era el objeto inerte que reposaba dentro de esa caja, así que me llevaré el recuerdo de su vida, no de su muerte.

Esa noche al regresar abrumado a mi casa, me acosté pensando en la fragilidad de la vida, en lo que el  mundo había perdido, y me quedé dormido y tuve el sueño más real que hasta ahora he tenido. Llegaba a mi casa volviendo del velorio, y al abrir la puerta lo vi en mi sala cargando a mi hijo, el bebé reía y él también, y le dije sorprendido “¡pero vengo de tu velorio, cómo es posible!”, y él me dijo: no estoy muerto, estoy bien, no te preocupes por mí. Aún en mi sueño corrí al teléfono para llamar a los demás. Al despertar tuve que analizar muy bien para separar mi sueño de la realidad.

En el entierro comprendí muchas cosas, creo que los únicos heterosexuales que fuimos éramos nosotros y su hermano. Lo comprendí muy tarde.

Algunos meses después nos reunimos en mi casa, después de unos tragos fue inevitable no recordarlo. Creo que el sentimiento de culpa nos abrumo simultáneamente. Nos abrazamos y las lágrimas brotaron. No lloro fácilmente, pero Wantoo merecía mi llanto como ahora merece mi sonrisa.

Ya nos veremos Wantoo, espero que desde donde estas puedas criticar este blog.