Siempre nos gustó, a mis amigos y a mí, alejarnos de la
civilización y buscar nuevos lugares. A veces recorríamos el lecho del rio
Chillón, río arriba hasta Trapiche y río abajo hasta el Callao. Pero siempre
éramos observados por los inexpugnables cerros, por lo menos eso parecían,
hasta que decidimos conquistarlos.
Donde terminaba la “civilización” estaban
los asentamientos humanos, lugares muy pobres y algo peligrosos por donde
pasábamos despreocupados. Recuerdo que la primera vez que intentamos llegar a
la cima no lo logramos, se nos hizo tarde, Estudiábamos en el colegio en la
mañana, almorzábamos, hacíamos rápidamente la tarea y salíamos a explorar. Creo
que recién a la tercera vez lo logramos, solo para darnos cuenta que detrás de
esos cerros de casi ochocientos metros solo había más cerros. Encontramos restos de caracoles y vegetación
seca en la parte más alta, y creímos erróneamente que esa parte alguna vez fue
el fondo marino. Años después comprendimos que solo era parte de la vegetación
y fauna que se forma en las lomas, ya estos cerros aún forman parte de las
lomas costeras del país.
En el post “Wantoo” hubo un comentario que
se refiere a uno de los hechos que narro a continuación: en la ladera de uno de
estos cerros alguna vez sé colocó una cruz, pero de la que solo quedaba el
pedestal de concreto, mi amigo Wantoo se subió en el, sé bajo el pantalón y todo lo demás, y
agitando sus genitales empezó a gritar para llamar la atención de los
pobladores de esos asentamientos. No crean que fue una muestra de algún estado
de perturbación sexual de Wantoo, teníamos nueve años, aunque pensándolo bien….
Una de esas tantas veces que subimos a los
cerros regresé a mi casa más tarde de la hora que tenía permitido salir, y fui
castigado. Me hicieron prometer que no saldría más con “esos amigos míos”, pero
como sabrán, no pude cumplir esa promesa.
Creo que la última vez que subí fue cuando
ya estaba en la Universidad. Uno de mis amigos estudiaba Biología en la misma
universidad que yo, y me pidió que lo acompañara, y regresábamos después de
muchos años. Él quería recoger muestras de esos caracoles para una
investigación de Zonas Áridas. Caminábamos cómo siempre, atravesando los
asentamientos humanos, cuando alguien gritó “¡¡Choros!!”, entonces los
pobladores empezaron a salir de sus casas con palos y al vernos corrieron hacia
nosotros. Mi primera reacción fue tratar
de explicarles que éramos estudiantes universitarios y solo queríamos unas
muestras, pero cuando me volví a para ver a mi pata, este ya estaba como a una
cuadra corriendo como animal, y no me quedó otra que seguirlo. Estuvieron a
punto de alcanzarnos y no sé qué nos hubiera pasado si lo lograban.
Aún quiero regresar, ahora viendo el Google
Earth puedo ver qué hay detrás de esos cerros. A ver si animo a mis amigos, no
sé si el cuerpo grasoso que tenemos ahora nos permita una subida así, pero
quisiera volver a ese pedestal de cruz para dejar un recuerdo a nuestro
inolvidable amigo Wantoo.
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