miércoles, 23 de marzo de 2022

Domingos de Cine

 

Ya se imaginarán que voy a referirme al séptimo arte, pero no exactamente. Quiero tratar del lugar físico donde se exhiben las películas, y para esto tengo que remontarme a los años setenta.

Por esos  años mis padres solían llevarnos, a mis hermanos y a mí al cine. Recuerdo que muchas veces mi papá salía mucho antes que nosotros para “ir haciendo cola”, ya que éstas podían tener más de una cuadra, y existían los vendedores de cola y revendedores, personajes que ya no se ven actualmente. Los cines que nos llevaban eran en el centro de Lima: “Tacna”,” Metro”, “República”, “San Martin”,” Adán y Eva”, y otros más.

Las películas que más recuerdo son “Los diez mandamientos”, “Aeropuerto”, “Infierno en la Torre”, “La aventura del Poseidón”, “La batalla de Midway”, “Tiburón”, etc. Mis padres me iniciaron en este arte y luego seguí por cuenta propia.

Cerca a mi casa existía un cine de barrio, a quien le agradezco su existencia. Era el famoso cine “Túpac Amaru”, y digo agradezco porque el precio de las entradas era bastante asequible, es como si ahora costara 2 soles, o menos, aunque contaba con tarifa diferenciada ya que tenía tres categorías con dos salas: Norte y Sur. La sala Sur presentaba tres plataformas: Platea, que contaba con bancas de madera, no eran butacas, así que era difícil calcular la capacidad, ya que la gente se “apegaba” y entraban mas. Creo que los cobradores de combi sacaron el término de aquí. Luego estaba Mezzanine, la sala ficha, con butacas individuales, mucho más pequeña que platea, y por ultimo Balcón, con bancas también pero algunas sin respaldar,  ésta era la sala más barata, el precio era casi “tu voluntad”. La sala Norte solo era mezzanine. 
Éste era el cine más grande que he visto en mi vida, la sala sur tenía una capacidad de dos mil personas o más, y contaba con un servicio al espectador único en su tiempo. Cuando mirabas tranquilamente tu película favorita, podías gritar: “¡¡¡canchita!!! y un patín se acercaba y te entregaba una bolsita del snack favorito de los cines, además ofrecían gelatina en bolsa, no solían vender gaseosa, o a veces, pero en bolsa, ya que alguno desadaptados lanzaban las botellas (una vez me cayó en la cabeza una bolsa de gaseosa y agradecí el hecho de no ser una botella).

Algunos espectadores de Balcón solían pasarse a Mezzanine, para ello tenían que bajar por una pared de una altura de unos 5 metros.  Fui testigo excepcional de una caída. Un pata al intentar bajar, cayó pesadamente sobre las butacas de madera y se sacó la ñoña y los empleados de cine, lejos de auxiliarlo lo terminaron de gomear.

Como las películas de estreno tardaban mucho en llegar a esta sala, solían pasar algunas clásicas, sin mayor publicidad, es así como sin querer, aprendí el gusto por las películas de culto.

El día que hice mi primera comunión, supongo que a los once años, al regresar de la iglesia con mis padres y padrinos vi que proyectaban en esta sala “Encuentros cercanos del tercer tipo”, película que esperaba su estreno. Ni bien llegué a casa salí corriendo a buscar a alguien con quien ir al cine, mis amigos no estaban, hasta llegué a ofrecerles pagarle la entrada a unos vecinos que no eran mis amigos, pero ellos no quisieron ir, así que no me quedo otra que ir solo. Tiene su encanto ver la película en solitario. Al regresar a casa, mis padrinos ya se habían retirado y mis padres estaban muy molestos conmigo, ya que me fui sin decir nada y eche a perder el almuerzo familiar.

Algo interesante que me paso relacionado a éste cine “Túpac Amaru”, fue lo que les cuento a continuación: estando en el parque con un amigo, se nos acerca un señor del barrio y nos dice:”Oigan chicos un favor, soy entrenador de un equipo de beisbol, y han ganado un torneo metropolitano, pero no han venido todos los jugadores, así que, ¿qué les parece si van con nosotros haciéndose pasar por los jugadores?, los van a premiar y seguro les dan algún regalo”. Tardamos medio segundo en responder y fuimos al cine en mención donde sería la entrega de premios. En ese momento, como parte de la premiación se ofrecía una pelea de Cachas can, así que habían algunos luchadores, Sandokan me dio la mano y fue el alcalde del distrito quien nos entregó una copa mientras que el público nos ovacionaba. Yo levantaba los brazos mientras todos nos aplaudían.  El dueño del cine nos entregó pases gratis por un mes, ese fue el mejor momento y el mejor regalo de mi vida (hasta entonces), regalo que fue bien utilizado, hasta el último día.

Algunos años después, bajó la afluencia de público y el cine empezó a decaer, se convirtió en cine porno y luego los domingos en iglesia evangélica. Luego vendieron una parte a una tienda de electrodomésticos y últimamente y cerró definitivamente.

Desde este humilde blog le rindo un homenaje a este emblemático cine, forjador de mi gusto por el sétimo arte.

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